Enero tiene una carga simbólica muy fuerte. El genial poeta mexicano Octavio Paz quedó impactado con la fuerza de este mes con el que comienzan todos los años y le dedicó un largo poema que se inicia con estos versos: “Las puertas del año se abren,/ como las del lenguaje, / hacia lo desconocido”...
Muchos años después, el gran trovador español Joaquín Sabina le puso menos incertidumbre y normalidad a este punto de largada: “El primero de enero, tararí/ será tan gris como un jueves cualquiera,/”...
Otro premio Nobel, cercano a la generación de Octavio Paz, el apasionado chileno de Isla Negra sugirió: “Y cómo se llama ese mes/ que está entre diciembre y enero?/ Con qué derecho numeraron/ las doce uvas del racimo?/ por qué no nos dieron extensos meses que duren todo el año?”/...
Es que enero tiene un poco de todo eso con lo que nos deleita la poesía. Trae las dudas y la incertidumbre que nos contagia Paz, la desdicha porque es un mes más como lo subraya Sabina y plantea -como nos endulza Pablo Neruda- la intriga de qué pasaría si durara todo el año o no se dividiera en 12.
Y si le lleváramos el apunte al chileno, en este mes elegiríamos gobernador de la provincia. ¿Ya? ¿Tan pronto? Sí. Estaríamos listos para ir a votar, aun cuando no tengamos candidatos. Aunque sí, especuladores.
En enero pasaron cosas en Tucumán. Es que nuestra provincia siempre desafiante no quiere darle la razón a los versos de Sabina. En un mes como este alguna vez se intervino la Provincia y todo cambió de repente. Una nueva Justicia y otra Constitución pasaron a regirnos.
Pero también es en enero cuando una vez -o varias- se rompieron los caminos y se llevaron a tantos tucumanos. Es en este mes cuando las tormentas se ensañan con algunos pobladores del sureste. Ellos quedan ahogados, pero, aun así, exhaustos, y terminan agradeciendo que se los tenga en cuenta. Paradojas del destino: solo en la desgracia y a la hora de votar -tal vez deberían aprovechar el poema de Neruda- se acuerdan de ellos.
Enero, entre la alegría de los comienzos -o tal vez por el hastío de despedir otro año- y la locura que desata el calor mezclado en el mismo vaso con el alcohol ha producido verdaderas tragedias.
Este enero tucumano tiene mucho de eso que nos proponen aquellos admirados vates. Acostumbrados a que los años electorales comienzan mucho antes, este enero llega tarde. Falta menos de medio año, sólo cinco meses, para que los tucumanos vayamos a votar y aún no se sabe bien quienes se postulan.
Intuyendo a Sabina, el peronismo es un raro monstruo de dos cabezas que una vez que decide cómo alinearse, enciendo el motor y no para.
Ya no hay otro candidato que Osvaldo Jaldo y todos se ponen detrás de él. Y si quedan dudas basta ver una foto en la página 2 de la edición papel de LA GACETA de ayer en la que un manzurista de la primera hora como Gerónimo Vargas Aignasse conversa como si estuviera con un amigo con el mandatario. Invisible en esa imagen, pero con voz firme, se escucha a Carlos Najar.
Para el peronismo es fácil, no hay incertidumbres como lo sugiere Octavio Paz. Las certezas mandan. Una vez que deciden quién encabeza, todos forman filas y se encolumnan detrás de esa persona, sea enemigo o no. Ya no importa. En todo caso habrá tiempo para ponerle el pie si la pasión o las debilidades así lo disponen.
Por el contrario -¿tendrá algo que ver el nombre que eligieron para su coalición?-, en la oposición las cosas son muy distintas. Tal vez la mayoría radical ha contagiado el virus con más velocidad que el que produce la maldita y asesina covid.
Pasan meses -como el enero eterno de Neruda- hasta logran definir las internas. Una vez que consiguen elegir una cabeza, a los perdedores les cuesta acompañar. Comienza una lenta y, por lo general, efectiva, asfixia contra el enemigo. Y, si se puede, tratan de aplastar al rival.
Se les escapó la tortuga
En eso anda la oposición tucumana. Perdiendo el tiempo que había ganado cuando las PASO les hizo el guiño de que podían estar cerca del oficialismo y hasta de ilusionarse con un triunfo electoral.
Quedan cinco meses para los comicios y si alguien se anima a deambular por la Capital, -no digamos la provincia- se va a sorprender. Hay sólo un pasacalle promoviendo la candidatura de un político a gobernador de la oposición. En la avenida Belgrano y mirando de costado se puede leer “Germán Alfaro gobernador”, con una guarda de colores amarillo, naranjas, rojos, fucsia, azul y celeste.
La oposición no tiene fórmula, no tiene candidato, no tiene cabeza y ahora anda discutiendo para ver si conversan con o sin interlocutores. En la Casa de Gobierno miran las encuestas y sonríen. Alguna vez, no hace tanto meses, se ponían serios y se preocupaban. Ahora -dicen- tienen varios puntos por arriba.
En otros comicios, cinco meses antes, las paredes y las calles ya intentaban imponernos candidatos.
Lo que ocurre con la postulación para gobernador pasa en algunos municipios. El más complicado parece ser el de Yerba Buena, donde el intendente no ha dejado un heredero. Ahora, cuando el reloj de enero ha puesto la cuenta regresiva va a tener problemas para señalar con el dedo a uno de los candidatos que le aparecen a su alrededor. en su equipo. Pero, además están los de otros partidos como Mariano Malmierca del PRO, que dejó su foto en cuanto cartel hay en la ciudad sin veredas.
Por todos lados
Mientras los opositores se duermen en los laureles, el oficialismo avanza como un huracán desenfrenado, aún a costa de las internas que aparecen en el camino. Najar es quien más activo se muestra en el oeste tucumano. Y cada vez que pasa por Lules, se abraza con su colega Carlos Galía y ganan metros como en un scrum.
Al frente tienen quien se les oponga como los Ruiz Olivares y los Serra, en Monteros. Los apellidos no van juntos para competir por la intendencia de esa ciudad y cada uno armará su respectivo acople. En Famaillá ocurre lo mismo con los Orellana, aunque José aparece con algunas magulladuras. Si bien la denuncia por acoso sexual aún no está firme y por lo tanto podría ser candidato, tendrá que evaluar el desgaste que le puede significar hacer campaña cargando esa sentencia y, al mismo tiempo, el riesgo de las impugnaciones. En el este las familias de los intendentes Leal, Monteros, Salomón y de Cobos (el Defensor del Pueblo y su hijo, claro) caminan sin parar porque sólo faltan cinco meses para revalidar títulos.
La Capital es el reducto complejo para el oficialismo. Mientras en el este y en el oeste los caciques siguen al jefe de la tribu jaldista, en la Capital todos dan vueltas alrededor del Canciller del Silencio. Eso permite especular que el senador Pablo Yedlin encabece una lista. Y también abre un gran signo de preguntas sobre las postulaciones del mismísimo Juan Manzur. Por ahora, como otros gobernadores quiere tener un gran triunfo para pelear la fórmula nacional. Si el pueblo le da la espalda deberá elegir entre ser senador -es suplente de Yedlin- o vicegobernador. Buenos Aires suele ser una tentación irresistible.
Enero comenzó con la oposición en silencio y con el oficialismo ruidosamente activo. Falta muy poco para darle tiempo a las incertidumbre.